Ética kantiana
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La ética kantiana es una teoría ética deontológica formulada por el filósofo Immanuel Kant. Desarrollada como producto del racionalismo ilustrado, está basada en la postura de que la única cosa positiva intrínseca es una buena voluntad; por lo tanto una acción solo puede ser moral si su máxima —el principio subyacente— obedece a la ley moral. Central a la construcción kantiana de la ley moral es el imperativo categórico, que actúa sobre todas las personas, sin importar sus intereses o deseos, en contraste con los imperativos hipotéticos, los cuales se deben obedecer si se quiere satisfacer un deseo. Kant lo formuló de varias maneras. Su principio de universalidad requiere que, para que una acción sea permisible, debe ser posible aplicarla a todas las personas sin resultar contradictoria. Su formulación de la humanidad como un fin en sí misma exige que los humanos nunca sean tratados como un mero medio para un fin, sino un fin en sí. La formulación de la autonomía concluye que los agentes racionales están obligados a la ley moral por su voluntad, mientras que el concepto de Kant del Reino de los fines exige que las personas actúen como si los principios de sus propias acciones establecieran una ley para un reino hipotético. Kant distinguió entre deberes perfectos e imperfectos. Un deber perfecto, como el de no mentir, es siempre verdadero; uno imperfecto, como donar por caridad, puede flexibilizarse y aplicarse en un tiempo y espacio particulares. Kant creía que el progreso de la razón ilustrada llevaría al progreso moral.[1]
El filósofo estadounidense Louis Pojman ha citado al pietismo como influencia en el desarrollo de la ética kantiana, mientras que el filósofo político Jean-Jacques Rousseau señala al debate contemporáneo entre racionalismo y empirismo y la influencia de la ley natural. Otros filósofos sostienen que los padres de Kant y su profesor, Martin Knutzen, influenciaron su ética. Entre los influenciados por la ética kantiana figuran el filósofo Jürgen Habermas, el filósofo político John Rawls y el psicoanalista Jacques Lacan.
El filósofo alemán G. W. F. Hegel criticó a Kant por no proveer suficientes detalles concretos en su teoría moral para afectar la toma de decisiones y por negar la naturaleza humana. El filósofo alemán Arthur Schopenhauer argumentó que la ética debería intentar describir cómo se comportan las personas y criticó a Kant por ser normativo. John Stuart Mill afirmó que las leyes morales kantianas están justificadas en principios utilitaristas. De manera similar, Bertrand Russell señaló que algunas acciones no pueden demostrarse como ilícitas según los principios de Kant sin apelar sus consecuencias, cosa que la deontología ética kantiana rechaza con énfasis. Michael Stocker ha argumentado que actuar por deber puede disminuir otras motivaciones morales, como la amistad, mientras que Marcia Baron ha defendido la teoría al sostener que no lo hace. Michel Onfray sostiene que la filosofía kantiana no permite en ningún caso la desobediencia al deber, siendo así compatible con la obediencia ciega de un genocida y soldado nazi. El sacerdote católico Servais Pinckaers considera que la ética cristiana es más compatible con la ética de las virtudes que con la ética kantiana. Philippa Foot sostuvo que la moralidad de Kant se reduce a imperativos hipotéticos. Alan Soble señaló que los estudios éticos de Kant no han alcanzado una moral universal, pues "están repletos de absurdos comparables" y que "parece que no se ha vuelto más empático hacia la condición humana o que no ha progresado moralmente".[2] Otras objeciones se refieren a "los supuestos desde los cuales el imperativo categórico es formulado". Tal objeción puede formularse desde un punto de vista sociológico, psicológico, teológico y filosófico.[3]
La afirmación de que todos los humanos merecen dignidad y respeto como agentes autónomos, implica que los profesionales médicos deberían estar felices porque sus tratamientos se realicen en quienquiera, y que los pacientes nunca deben ser tratados como simples instrumentos para la sociedad. La actitud de Kant hacia la ética sexual surge por su postura de que los humanos nunca deben usarse como medios para un fin, lo que le llevó a considerar la actividad sexual como degradante y a condenar ciertas prácticas sexuales. Filósofas feministas han empleado la ética kantiana para condenar prácticas como la prostitución y la pornografía debido a que tratan a las mujeres como medios para un fin. Kant también creía que, ya que los animales no poseen racionalidad, no podemos tener deberes hacia ellos excepto el deber indirecto de no desarrollar inclinaciones inmorales mediante la crueldad animal. Usó el ejemplo de mentir como una aplicación de su ética: debido a que existe un deber perfecto de decir la verdad, nunca debemos mentir, incluso si parece que mentir producirá mejores consecuencias que decir la verdad.