Salud del suelo
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La salud del suelo es un estado de un suelo que cumple con su rango de funciones ecosistémicas según sea apropiado para su entorno. En términos más coloquiales, la salud del suelo surge de interacciones favorables de todos los componentes del suelo (vivos y no vivos) que van juntos, como en la microbiota, las plantas y los animales. Es posible que un suelo sea saludable en términos de funcionamiento del ecosistema, pero no necesariamente sirva directamente a la producción de cultivos o la nutrición humana, de ahí el debate científico sobre términos y medidas.
Las pruebas de salud del suelo se persiguen como una evaluación de este estado[1] pero tienden a limitarse en gran medida a objetivos agronómicos, por razones obvias. La salud del suelo depende de la biodiversidad del suelo (con una biota robusta del suelo), y puede mejorarse mediante el manejo del suelo, especialmente cuidando de mantener cubiertas vivas protectoras en el suelo y mediante enmiendas naturales del suelo (conteniendo carbono). Los fertilizantes inorgánicos no necesariamente dañan la salud del suelo si 1) se usan en cantidades adecuadas y no excesivas y 2) si producen una mejora general del crecimiento general de la planta que aporta más residuos que contienen carbono al suelo.