Románico en Castilla y León
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El arte románico en Castilla y León no difiere en lo esencial del arte románico del resto de la península, pero sí tiene algunas características propias.[1] Las primeras manifestaciones se dieron en objetos de orfebrería, de marfil y de metal con la introducción de temas y técnicas nuevas. Un buen ejemplo es la arqueta de San Juan Bautista (o arca de los Marfiles de la iglesia de San Isidoro de León. Los primeros artistas románicos fueron extranjeros, solicitados por los reyes; pronto se afincaron en tierras castellanas y leonesas y crearon escuela donde los artesanos locales aprendieron y empezaron a elaborar obras en el nuevo estilo. La arquitectura entró bastante más tarde que en las tierras catalanas y aragonesas, y esto sucedió cuando la dinastía de Sancho el Mayor se implantó en estas tierras sucediéndole su hijo Fernando. Las primeras construcciones siguieron teniendo un recuerdo tradicional hispánico. En la segunda mitad del siglo XI y ya en pleno reinado de Fernando I que aunó el reino de León con el recientemente creado reino de Castilla es cuando verdaderamente comenzaron las construcciones románicas en Castilla y León, bajo el impulso de la monarquía y muy especialmente de las reinas e infantas. Desde ese momento hasta bien entrado el siglo XIII se hará patente la producción románica.