Pérdidas de las líneas eléctricas
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La pérdida de una línea eléctrica es la diferencia entre la energía inyectada en el comienzo de la línea y la extraída al final de la línea. Esto ocurre porque el material por el que discurre la corriente eléctrica ofrece una resistencia a su paso, y esta resistencia hace que parte de la energía se disipe en forma de calor (efecto Joule). Esta pérdida se puede observar fácilmente: tras usar cualquier aparato eléctrico de cierta potencia, y desconectar su enchufe de la toma de la pared, podremos notar que el enchufe está algo caliente.
Las pérdidas de las líneas eléctricas representan una parte de la energía eléctrica que se pierde en la red eléctrica desde que la electricidad es generada hasta que es consumida. Pueden ser activas o pasivas. Las pérdidas pasivas de las líneas son tanto mayores cuanto más largas son las líneas, cuanta mayor resistencia eléctrica presenten los cables a la circulación de los electrones y cuanto más baja sea la tensión eléctrica (el voltaje). Por ello las líneas de transmisión a larga distancia suelen ser de alto voltaje, para reducir estas pérdidas.
También son importantes las pérdidas por cortocircuitos en ciertas redes (p. ej. en las cajas de conexiones), y sobre todo en los ambientes húmedos y salados (el agua salada conduce mejor la electricidad). Es el caso después de las tempestades que han podido llevar nieblas saladas a grandes distancias del mar, y depositarlas sobre los aislantes (de catenarias de ferrocarriles electrificados, por ejemplo), lo que propicia la derivación a tierra de una parte sustancial de la corriente eléctrica.[1]