Purificación de agua potable
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El proceso de purificación de agua potable es una serie de pasos al cual se somete el agua para eliminar microorganismos y residuos peligrosos con el fin de obtener agua de mayor pureza y calidad consumible.
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En 1827, se estableció el primer sistema efectivo utilizado para el tratamiento del agua para el consumo humano.
La purificación del agua puede reducir la concentración de partículas, incluyendo partículas suspendidas, parásitos, bacterias, algas, virus y hongos, así como reducir la concentración de una serie de materias disueltas y particuladas.
Las normas de calidad del agua potable suelen ser establecidas por los gobiernos o por normas internacionales. Estas normas suelen incluir concentraciones mínimas y máximas de contaminantes, en función del uso previsto del agua.
La inspección visual no puede determinar si el agua cumple normas de calidad. Los procedimientos sencillos, como la ebullición o el uso de un filtro doméstico de carbón activado no son suficientes para tratar todos los posibles contaminantes que puede contener el agua de una fuente desconocida. Incluso el agua natural de manantial -considerada segura a todos los efectos prácticos en el siglo XIX- debe analizarse ahora antes de determinar qué tipo de tratamiento, si es que se necesita. La Química y el análisis microbiológico, aunque son caros, son la única forma de obtener la información necesaria para decidir el método de depuración adecuado.
Según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2007, 1100 millones de personas carecen de acceso a un suministro mejorado de agua potable; el 88% de los 4.000 millones de casos anuales de enfermedad diarreica se atribuyen al agua no apta para el consumo y a un saneamiento e higiene inadecuados, mientras que 1,8 millones de personas mueren cada año a causa de la enfermedad diarreica. La OMS estima que el 94% de estos casos de enfermedades diarreicas se pueden prevenir mediante modificaciones del entorno, incluido el acceso al agua potable.[1] Unas técnicas sencillas para tratar el agua en casa, como la cloración, los filtros y la desinfección solar, y para almacenarla en recipientes seguros podrían salvar un gran número de vidas cada año.[2] Reducir las muertes por enfermedades transmitidas por el agua es uno de los principales objetivos de salud pública en los países en desarrollo.