Misión hiberno-escocesa
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La misión hiberno-escocesa fue una misión de evangelización liderada por monjes irlandeses y escoceses para difundir el cristianismo y establecer monasterios en Gran Bretaña y la Europa continental durante la Alta Edad Media. Se inició el año 563 con la fundación de Iona (un monasterio en una pequeña isla del norte de Escocia) por el monje irlandés San Columba. Estaba dirigida inicialmente al ministerio entre los escotos de Dalriada y a la conversión de los pictos. Durante los siglos siguientes, la misión creció en poder e influencia y se propagó a través de la Inglaterra anglosajona y el reino franco (desde el año 800 convertido en Imperio carolingio). La misión, desde su comienzo, estuvo asociada con la tradición cristiana conocida como cristianismo celta, que se distinguía por organizarse alrededor de monasterios en vez de diócesis y por ciertas prácticas propias, como la confesión. En los territorios de habla germánica se conoció a esta misión con el nombre de Schottenklöster («monasterios escoceses» en alemán), que se refiere particularmente a los monasterios benedictinos fundados por hiberno-escoceses en Alemania y que, a comienzos del siglo XIII, se reunieron en una congregación (la Congregación escocesa) cuyo abad general fue el del monasterio de Santiago o de los escoceses[1] de Ratisbona.
El término latino Scotti se refería genéricamente a los pueblos de habla gaélica de Irlanda y a los irlandeses que se asentaron en el oeste de Escocia. En la Antigüedad tardía y la Alta Edad Media, las denominaciones Scotia, Hibernia y Eire eran utilizadas de forma equívoca para denominar a distintas regiones de las islas británicas, o incluso para ambas. Las fuentes que citan a monjes Scotti viajando por el continente europeo y fundando monasterios, no distinguían el origen concreto de estos hombres, que tanto podían provenir de Irlanda como de Escocia. La identidad del monaquismo cristiano en ambas regiones se relaciona con las migraciones del siglo VI, cuando clanes de Ulster (como el de Airgíalla[2] y el de Uí Néill) se establecieron en lo que hoy es Escocia. Entre ellos estaba Columba de Iona de Gartan,[3] quien, con doce compañeros, fundó el monasterio de Iona en el año 563. Adomnán de Donegal escribió su hagiografía a principios del siglo VIII.
Ya en la Plena Edad Media, a finales del siglo XI y principios del XII, el nombre de Scot o Scotus identificaba al misionero o al viajero como un Gael[4] (un hablante de lenguas goidélicas) y, por tanto, los monjes de origen irlandés o escocés eran comúnmente considerados procedentes del mismo lugar. Entre los misioneros más importantes de esa última época estaba Marianus Scotus (fundador, junto con sus compañeros, del monasterio de san Pedro de Ratisbona[5] en 1072).