Liga Patriótica Argentina
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La Liga Patriótica Argentina fue una asociación civil argentina que operó activamente en la década de 1920 como grupo parapolicial de extrema derecha, impulsado por una ideología nacionalista, antiizquierdista, antisemita, racista y antisindical. Actuó como grupo de choque cometiendo asesinatos y otros actos de violencia criminales en la Semana Trágica de Buenos Aires en 1919, particularmente en los pogromos cometidos en los barrios judíos de Buenos Aires -únicos realizados en América-,[4][5] y en los hechos represivos de la Patagonia Rebelde en 1922, además de llevar adelante una labor de educación y adoctrinamiento de obreros para contrarrestar la influencia que le atribuían a la propaganda comunista y anarquista.
Liga Patriótica Argentina | ||
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Operacional |
1919-1969 (histórica)[1] 2005-Presente[2] | |
Liderado por | Manuel Carlés | |
Ideología |
Radicalismo Conservadurismo Xenofobia Racismo Antisemitismo Clericalismo Nacionalismo Anticomunismo Fascismo | |
Acciones |
Semana Trágica Patagonia Rebelde | |
Estatus | Activo[3] | |
Fundadores | Manuel Carlés | |
Sede | Buenos Aires | |
El grupo ha sido calificado también como fascista por diversos historiadores y analistas.[6][7][8][9][10] Waldo Ansaldi sostiene que la Liga Patriótica Argentina «se orientó, en la década de 1920, hacia posiciones antidemocráticas y decididamente fascistas»,[9] mientras que María Inés Barbero lo definió como una organización cercana al «tipo nacionalista-fascista».[8] José Manuel Azcona Pastor dice que « El principal movimiento nacionalista surgió de la Liga Patriótica de 1919, que imbuía su visión nacionalista de xenofobia, nativismo, clericalismo, antisemitismo, antianarquismo y sobre todo anticomunismo. A fines de los años veinte, esta tendencia del nacionalismo fue también antiyrigoyenista y autoritaria, influida cada vez más por doctrinas corporativas y a veces fascistas».[11] Una opinión diferente fue expuesta por otro historiador de izquierda (no marxista sino la que se identifica con el pensamiento posmoderno), Lisandro Gallucci, quien afirmó "la Liga Patriótica jamás tuvo la vocación revolucionaria que por ejemplo el fascismo italiano mostró ya desde sus inicios, es decir, nunca aspiró a conquistar el gobierno para llevar adelante un proyecto de refundación integral de la sociedad. En consecuencia parece más apropiado definir a la Liga como un conservadurismo combativo, en tanto que su objetivo primordial no era reemplazar un orden por otro sino conservar el que veía consagrado en la Constitución, adoptando para ello actitudes beligerantes, y acciones violentas inclusive, contra aquellos sectores a los que juzgaba como amenazas al orden constitutivo de la Nación"[12][8]. El mismo autor rescata la "Definición de la Liga Patriótica", un manifiesto hecho público por la organización en 1920, en el que se consagra la idea de que "la nación argentina había mostrado desde siempre un carácter democrático, esto es, un estado social signado por la realidad y el hábito de la igualdad, y la Constitución no era sino la expresión jurídica de ese modo de ser de la sociedad argentina. Según ese retrato, en contraste con los tortuosos caminos de las naciones europeas hacia la igualdad, la República Argentina había nacido de la “igualdad social argentina”, dando forma a “la verdadera democracia que consiste en la igualdad ante la ley”, a su vez consagrada en la Constitución".[8]
Una opinión similar es defendida por Matías Cepeda, quien sostiene que, si bien puede pensarse a la Liga como un antecedente de las organizaciones nacionalistas de los años '30 (las que estaban directamente inspiradas por el fascismo), guarda con ellas una "diferencia fundamental", la que "estriba en nunca haber buscado movilizar a las masas a partir de la explotación de su psicología y de los mitos nacionales, tal como lo hicieran los fascistas" .[7] Para remarcar la diferencia, señala "la importancia del combate teórico que los nacionalistas libran contra la democracia, combate que a sus aliados circunstanciales, los conservadores, les es por demás ajeno, debido a los distintos proyectos políticos que cada grupo tiene que, si bien encuentran en Yrigoyen y el radicalismo su enemigo inmediato y más próximo, las diferencias y los distintos sucesos provocarán un distanciamiento futuro. Este punto es nodal para entender la diferencia con los liguistas ya que, como se ha dicho, Carlés y la LPA en general, defienden la democracia liberal como sistema político, buscando simplemente adoctrinar al inmigrante y a la clase obrera en general, dentro del proyecto conservador, cuyo fin último era el del retorno al poder."[7]
De hecho, muchos de sus integrantes militaban, al mismo tiempo de su participación en la Liga, en partidos políticos que participaban de los procesos electorales democráticos, incluyendo al Partido Autonomista Nacional que había consagrado el sufragio universal y secreto en 1912 a través de la sanción de la Ley Sáenz Peña, como a los tres partidos que, sumados, habían obtenido el 90 % de los votos en las elecciones presidenciales de 1916, las primeras en las que se aplicó la Ley Sáenz Peña (Joaquín S. Anchorena, Estanislao Zeballos, Luis Agote, Federico Martínez de Hoz, y Julio A. Roca (hijo) en el Partido Autonomista Nacional; Manuel Carlés, Manuel María de Iriondo, Carlos M. Noel, Leopoldo Melo y Vicente Gallo en la Unión Cívica Radical; Lisandro De la Torre en el Partido Demócrata Progresista). Una interpretación posible de las motivaciones y formas de actuación de la Liga podrían vincularse con la nueva realidad política abierta en la Argentina a partir de la vigencia del sufragio universal y secreto, cuando de pronto se sumaron a la discusión política voces de actores e ideologías que hasta ese momento no habían tenido participación, como eran el anarquismo, socialismo, comunismo, etc. Esto habría producido preocupación en los máximos dirigentes de los mismos partidos mayoritarios que veían amenazada su situación. En su visión, los nuevos actores eran vistos como un peligro para la Nación que se aprovechaba de la falta de instrucción de los nuevos votantes, especialmente los de clase trabajadora. Esta visión, que puede haber sido real o impostada en cada caso particular, no sólo los llevaba a buscar prevenir la influencia de las nuevas ideologías de izquierda mediante la educación o, directamente, el adoctrinamiento de los obreros, sino que incluso justificaba el uso de la violencia hacia los considerados “elementos disolventes”. En definitiva, la finalidad consciente o inconsciente de estas acciones habría sido corregir eso que ellos consideraban “consecuencias negativas” del cambio de la ley electoral, y conservar, por ende, el orden político anterior.
Es por su actuación violenta en las calles, así como su antisemitismo, que la Liga puede ser considerada un antecedente para los movimientos nacionalistas de derecha de fines de la década siguiente. Pero había una diferencia fundamental: la Liga no tuvo nunca la intención de desplazar al gobierno en ejercicio, ni de modificar los presupuestos políticos de la democracia; no estaban en contra de la democracia, estaban en contra de que en las elecciones ganaran los otros.[13] No se trató realmente de un movimiento nacionalista de derechas –no eran antiliberales, más bien todo lo contrario– y sólo confluían con los nacionalistas en su antiizquierdismo, en culpar a los judíos por el desarrollo de las izquierdas, y por considerar toda acción sindical casi como una traición a la Patria[13].
Según Halperín Donghi, la aparición de grupos inspirados en el fascismo a partir del golpe de Estado de 1930 inició su decadencia, motivando que gran parte de sus militantes, especialmente los más jóvenes, migraran hacia grupos de ideología más extrema, como fueron la Legión Cívica y la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios (ambos con el patrocinio del gobierno de facto de Uriburu), continuadas luego de 1943 con el nombre de Alianza de la Juventud Nacionalista.[14][15][16]
Su aparición pública tuvo lugar durante la represión ocurrida en la Semana Trágica de 1919, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen. La Liga así creada incluía tanto organizaciones paramilitares, como círculos sociales formales; actuando como grupos de choque, hostigando mediante acciones violentas a las organizaciones sindicales y grupos de trabajadores en huelga, ofreciendo mano de obra alternativa para reemplazar a los huelguistas y desarrollando propaganda a favor de un pensamiento nacionalista y opuesto a las tendencias marxistas y anarquistas que se estaban extendiendo entre los trabajadores como consecuencia de la inmigración europea. Su base de apoyo era transversal a los dos principales partidos políticos de la Argentina de ese momento, contando entre sus filas a destacados dirigentes tanto de la Unión Cívica Radical como del Partido Autonomista Nacional y los partidos conservadores que tomaron el lugar de este último después de 1916.
En 1969 aún estaba activa con 560 socios, presidida por Jorge Kern, con sede en Florida 259, de la Ciudad de Buenos Aires.[17] Luego de varias décadas sin que se publicaran noticias de la misma, el 1 de diciembre de 2005, el diario La Nación, difundió una actividad de recaudación de fondos organizado en el Regimiento Patricios, por una nueva entidad que utiliza el nombre de Liga Patriótica Argentina y tiene por finalidad el recuerdo y homenaje de los veteranos de la Guerra de Malvinas.[3]