Historia de la Comunidad de Madrid
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La historia de la Comunidad de Madrid como tal[1][2] es muy reciente. La provincia se constituye administrativamente en el siglo XIX y, a finales del siglo XX, se configura como una comunidad autónoma uniprovincial. No obstante, existen algunos hitos históricos anteriores, decisivos para la definición del actual perfil de la región:
- La presencia de asentamientos humanos, de gran importancia y extensión, en la Prehistoria;
- La aparición de Complutum (Alcalá de Henares) en la época romana;
- La decadencia de Complutum en la época visigoda, que conduce a una ruralización de la región y a su supeditación a la capital del reino, Toledo.
- El carácter defensivo que adquiere el territorio madrileño en el periodo andalusí y el papel preponderante de Mayrit (Madrid) en la defensa de Toledo y como centro de la red viaria, con Talamanca como bastión defensivo al norte defendiendo el curso del Jarama;
- La constitución del concejo de la Tierra de Madrid durante la Reconquista, primer gran embrión de la posterior realidad administrativa;
- La designación de la villa de Madrid como capital durante el Renacimiento, en lo que constituye el segundo y más decisivo embrión;
- La expansión metropolitana del siglo XX, que resulta transcendental para la conformación de la actual comunidad autónoma.
Entre todos estos hitos, la capitalidad se destaca como el de mayor determinación histórica.[3] En el siglo XVI, Felipe II sitúa la capital de su imperio en la villa de Madrid (año 1561). Surgen entonces los primeros esfuerzos para articular una región en torno a la Corte, con los que poner fin a la disgregación territorial de las comarcas aledañas. Hasta entonces, las tierras comprendidas entre las sierras de Guadarrama y de Somosierra y el río Tajo estaban vinculadas de manera dispersa a varias jurisdicciones, sin una solución de continuidad territorial.
A Guadalajara le correspondían los partidos de Colmenar Viejo y Buitrago del Lozoya, así como el señorío del Real de Manzanares, coincidente en gran parte con la zona de la sierra de Guadarrama. Segovia extendía sus dominios al norte y oeste de la actual provincia madrileña, mientras que Toledo ocupaba el este, con Alcalá de Henares y Chinchón como núcleos destacados. De Madrid dependían Casarrubios, en la actual provincia de Toledo, y Zorita de los Canes, en la de Guadalajara.[4]
Esta dispersión territorial —consecuencia de la forma en que se desarrolló la Reconquista y el posterior proceso de repoblación, durante la Baja Edad Media— se corrige parcialmente en los siglos XVI y XVII. Con la capitalidad, se impone un marco de subordinación económica a las tierras colindantes con la villa de Madrid, que incluso iba más allá de los actuales límites de la Comunidad de Madrid. Pero aún se está muy lejos de una auténtica realidad administrativa.
Después de algunos intentos de reorganización territorial en el siglo XVIII, la articulación como provincia de Madrid ve la luz definitivamente en el siglo XIX, en el contexto de la reforma impulsada por Javier de Burgos, con la que entra en vigor la actual división provincial de España (año 1833). La recién creada provincia de Madrid se integra en la región de Castilla la Nueva, junto con Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo.
El salto de provincia a comunidad autónoma se da mucho después, a finales del siglo XX, con la puesta en marcha del Estado de las Autonomías. Al hecho de la capitalidad, que fue decisivo para la creación de la provincia, se le añade ahora la condición metropolitana de la nueva comunidad. Este rasgo resulta clave para su segregación de la antigua región de Castilla la Nueva, dados los fuertes desequilibrios sociales, económicos y demográficos que introducía la provincia madrileña, y su configuración como comunidad uniprovincial.