Globo de papel seda
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Los globos de papel seda (llamados también globos de papel, globos luminosos, globos del deseo, globos de Cantolla y globos de papel de China) son aeronaves o aerostatos no tripuladas que forman parte de la identidad cultural de países como Perú, El Salvador y México; su objetivo parte como un pasatiempo, pero se constituye como un verdadero arte: se realizan verdaderas obras de luz y color y conceptualmente "se pinta con papel".
A pesar de su finalidad artística o recreativa, en países como Brasil, Venezuela, Colombia, entre otros, están totalmente prohibidos y esta práctica es considerada un delito por las autoridades competentes (el cuento El Globo Fantasma[1] de Rubem Fonseca narra de forma magistral este conflicto). Esto se debe a que el globo usa el aire caliente como gas de elevación, empleando el principio «menos denso que el aire para ganar fuerza y poderse elevar» (principio de los fluidos); lo que en consecuencia se ve en la necesidad de emplear un dispositivo que genere calor al interior del globo: este elemento que se constituye como el motor del globo consta de un mechero de papel absorbente y parafina que van encendidos, a pesar de que la combustión es lenta, total y sin brasa; además de esto, la estructura que sostiene el mechero está por lo general hecha de alambre, el cual genera ocasionalmente cortocircuitos en las redes eléctricas al momento de quemarse y caer;[2] el hecho de llevar fuego se plantea como un riesgo por lo que los globos se deben de liberar solo en condiciones favorables de viento, en lugares permisibles, libres de obstáculos y con ciertos criterios de seguridad. Este tema es tan polémico que en Colombia las grandes empresas[3] se unieron y crearon la campaña Dile no a los globos,[4] sin embargo en la ciudad de Medellín el tema cobra mucha fuerza no solo como tradición, sino también como tributo cultural;[5] en la fotografía se aprecia la escultura de Justo Arosemena Lacayo titulada El niño y el globo.