Fuentes de Barcelona
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Las fuentes de Barcelona (España) constituyen un conjunto de diversos tipos de surtidores de agua que se utilizan, bien para el consumo público, o bien como elementos ornamentales, ya sean fuentes propiamente dichas, ya se trate de estanques, surtidores, cascadas, construcciones o elementos diversos de tipo arquitectónico o ingenieril. Pueden variar desde el más sencillo caño de agua o la fuente elaborada en serie, hasta complejos conjuntos de fuentes decorados con esculturas u otros elementos ornamentales. Por dicho motivo, junto con el conjunto de la estatuaria pública de la ciudad, constituyen una excelente muestra más del acervo de arte público de Barcelona, ya que la Ciudad Condal siempre ha apostado por el arte y la cultura como una de sus principales características identitarias. Muchas de las fuentes de la ciudad añaden a su carácter funcional un factor ornamental que, como el resto de obras de arte de sello municipal, ha variado con el tiempo y el devenir de tendencias artísticas, y ha dejado a la capital catalana un conjunto de obras admiradas tanto por los ciudadanos como por los visitantes que llegan a la ciudad. En Barcelona hay unas 1800 fuentes públicas, entre las cuales hay unas 600 que son de agua potable, mientras que unas 200 se consideran ornamentales.[1]
Antiguamente, las fuentes solían instalarse en plazas o lugares céntricos de los pueblos para abastecer de agua a la población, siendo su primera función eminentemente práctica. Al tratarse de una necesidad básica, la provisión de agua solía reunir en ese lugar a sus habitantes, por lo que se convirtieron en lugares de encuentro y reunión que favorecían las relaciones sociales de la comunidad. Así, estos lugares fueron ganando cada vez más relevancia, por lo que empezaron a ser ornamentados y a convertirse en verdaderos monumentos del ámbito urbano.[2]
Principalmente durante el siglo XIX, las fuentes dejaron de ser meras canalizaciones de agua para convertirse en piezas ornamentales que, como el resto de arte público de la ciudad, evolucionaron con los estilos artísticos que se iban sucediendo en el tiempo. Así, las fuentes podían ser monumentos dedicados a la memoria de algún personaje, o bien conjuntos ornamentales sin más justificación que su valor estético; o también podían tener un componente lúdico, como acompañamiento de lugares de ocio y recreo.[3]
Las primeras fuentes que aún subsisten en Barcelona proceden de la Edad Media, y se sitúan en la parte vieja de la ciudad. La primera fuente de carácter monumental que se conserva es la fuente de Santa Eulalia, en la plaza del Pedró, construida en 1673; originalmente, se trataba de un monumento escultórico, que fue convertido en fuente en el siglo XIX. Desde entonces se ha creado un gran número de fuentes ornamentales, al lado de los simples pilones de agua que también cumplen su misión con modestia, siendo recurso vital para el funcionamiento de la ciudad.
Las fuentes de Barcelona han ido surgiendo con el devenir histórico y artístico de la ciudad, y en ese sentido cabe resaltar que muchas proceden de importantes procesos urbanísticos y eventos celebrados en la Ciudad Condal, como el Ensanche de Barcelona, la Exposición Universal de 1888, la Exposición Internacional de 1929, los Juegos Olímpicos de 1992 y el Fórum Universal de las Culturas de 2004.