Epidemia de fiebre amarilla en Filadelfia
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La epidemia de fiebre amarilla de Filadelfia fue una epidemia que afectó a dicha ciudad en 1793, en donde fueron incluidas 5.000 o más personas en el registro oficial de defunciones entre el 1 de agosto y el 9 de noviembre. La gran mayoría de ellas murió de fiebre amarilla, lo que hizo que la epidemia en la ciudad de 50.000 personas fuera una de las más graves de la historia de los Estados Unidos. A finales de septiembre, 20.000 personas habían huido de la ciudad. La tasa de mortalidad alcanzó su punto máximo en octubre, antes de que las heladas acabaran con los mosquitos y pusieran fin a la epidemia en noviembre. Los médicos probaron diversos tratamientos, pero no conocían el origen de la fiebre ni sabían que se transmitía por los mosquitos —lo que no se verificó hasta finales del siglo XIX—.
El alcalde y un comité de dos docenas de personas organizaron un hospital para la fiebre en Bush Hill y otras medidas de crisis. La asistencia de la Free African Society fue solicitada por la ciudad y aceptada de inmediato por los miembros, basándose en la suposición errónea de que los nativos africanos tendrían la misma inmunidad parcial a la nueva enfermedad que muchos tenían a la malaria, la fuente más común de epidemias de fiebre durante los meses de verano.[2] Las enfermeras de color ayudaron a los pacientes y los líderes del grupo contrataron a hombres adicionales para retirar los cadáveres, que la mayoría de la gente no tocaría. Los negros en la ciudad murieron al mismo ritmo que los blancos, unos 240 en total.
Algunos pueblos vecinos se negaron a dejar entrar a los refugiados de Filadelfia, por temor a que tuvieran fiebre. Las principales ciudades portuarias como Baltimore y Nueva York tenían cuarentenas contra los refugiados y los bienes de Filadelfia, aunque Nueva York enviaba ayuda financiera a la ciudad.