Dialecto riojano
De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
El dialecto riojano es el conjunto de variedades dialectales del español habladas en la región española de La Rioja: Estas presentan rasgos relacionados con el antiguo idioma navarroaragonés y con el vasco.
La lengua romance de la Rioja en la Edad Media suele considerarse parte del área del antiguo idioma navarro-aragonés, para con el tiempo ser progresivamente castellanizada, sobre todo tras pasar su soberanía del Reino de Navarra al de Castilla. Además se sabe que se habló vasco en la parte occidental de la región como mínimo hasta finales del siglo XV o principios del XVI.[1] Diversos autores han propuesto que esta lengua estaría extendida probablemente a la totalidad de la región hasta una época indeterminada, lo que explicaría las numerosas huellas existentes de este idioma repartidas por todo su territorio que podemos encontrar en la actualidad.[2]
Dialectólogos como Manuel Alvar suelen subdividir el área en dos subdialectos: el de La Rioja Baja y el de la Alta; el de La Rioja Alta tiende a compartir algunos rasgos con zonas próximas de Castilla y León (provincias de Burgos y Soria), y el de la Rioja Baja a hacer lo mismo con Aragón y Navarra, siempre teniendo en cuenta el sustrato de rasgos lingüísticos riojanos comunes a estas dos áreas, mucho mayor que las pequeñas diferencias existentes entre ellas.[3] Otros como José María Pastor Blanco discuten sin embargo esta clasificación y lo consideran una unidad o, en todo caso, lo subdividen en los pueblos de los valles del alto Najerilla y el resto de la región.[4]
La importancia filológica del español hablado hoy en La Rioja desde el punto de vista de la dialectología hispánica es la pervivencia de antiguos rasgos del primitivo romance riojano, que se suele vincular al idioma navarro-aragonés, así como el haber sido capaz de sumar e integrar caracteres lingüísticos de muy distintas procedencias en hibridismo.[5][6] También el conservar hasta la actualidad diversas formas arcaizantes desaparecidas en el común de la lengua a pesar del uniformismo idiomático impuesto[6] y la sorprendente conservación de mozarabismos altomedievales.[7]