Arquitectura asiria
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Los asirios construían casi tanto como hacían la guerra, y eran grandes guerreros. Cada soberano asirio se quiso construir su propio palacio edificado para la gloria de Asur. En las paredes de estos palacios los escribas dejaban constancia de la historia de sus reyes mediante tablillas de arcilla, bajorrelieves, esculturas y pinturas.[1]
Los dos grandes imperios, el caldeo o babilonio y el asirio, que fueron sucediéndose en la antigua región del Tigris y el Éufrates, dieron origen a dos civilizaciones también diferentes y sucesivas aunque en el arte estuvieron muy hermanadas por copiarse mutuamente las formas, heredadas de sumerios y acadios. El primer imperio tuvo al principio su asiento en diferentes ciudades de Caldea que si bien no guardaban unidad política, respetaron al fin la hegemonía de la célebre Babilonia y el segundo, en Asiria, siendo por último su capital la famosa Nínive. Destruida esta ciudad por el medo Ciaxares, renació el Imperio caldeo con Nabopolasar y tuvo su período más brillante con Nabucodonosor II, hijo de este para terminar con la toma de Babilonia por los persas. La arquitectura asirio-caldea estuvo muy lejos de alcanzar la perfección que tuvo la egipcia y a pesar de las repetidas excavaciones que se han sucedido, no se ha llegado a tener un conocimiento perfecto de ella debido a la debilidad de su material constructivo y en vista del estado lamentable de las ruinas. La época mejor conocida en el terreno arquitectónico es la del Imperio asirio, sobre todo, con la exploración de los palacios de Nimrud y Nínive.