Antonio de Arriaga
Gobernador español en el Río de la Plata / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
Antonio Juan de Arriaga y Gurbista (Lezama, 23 de junio de 1727 - Tungasuca, 10 de noviembre de 1780) fue un gobernador interino del Tucumán de 1776 a 1780. Ante la muerte del cacique Paykín, tuvo la tarea de continuar las negociaciones y tratados de paz con las tribus aborígenes del Chaco. Luego de reuniones con los cabildos y vecinos de la gobernación, se acordó continuar en paz y cooperando mutuamente con los indígenas.[1]
Antonio de Arriaga | ||
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66.º Gobernador del Tucumán (Interino) | ||
1776 - 1780 | ||
Monarca | Carlos III de España | |
Predecesor | Francisco Gabino Arias | |
Sucesor | Andrés de Mestre | |
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Información personal | ||
Nacimiento |
23 de junio de 1727 Lezama, España | |
Fallecimiento |
10 de noviembre de 1780 (53 años) Tungasuca, Virreinato del Perú | |
Familia | ||
Padres |
Domingo de Arriaga y Díaz María de Gurbista Landa | |
Información profesional | ||
Ocupación | Gobernador colonial | |
Formó parte de la Junta Reduccional creada por el virrey del Río de la Plata, Pedro de Cevallos, con el objetivo de formar y organizar las misiones pactadas con los líderes indígenas. En lo que respecta a poblamiento y refuerzo de las fronteras de la gobernación, Arriaga visitó fuertes y reducciones a cargo de franciscanos. Dispuso medidas para consolidar y reforzar los mismos.[2]
Llegó a ser muy odiado por los indígenas por los impuestos que cobraba. Murió ajusticiado por la rebelión de Túpac Amaru II. Tras ser ahorcado, su cuerpo fue enterrado en la Iglesia de Tinta, con la asistencia del mismo Túpac Amaru.[3][4][5]
Sin embargo, también tuvo partidarios, por ejemplo, el cacique Sinanyuca, un Protector de indios, quien no entendía como el corregidor, una persona que había velado por los indios de Yauri (en oposición a los abusos de poder que realizaban algunos curas, como los del obispo Moscoso) había sido ejecutado tan intempestivamente por un aparente mandato del rey y con supuesta aprobación de la Real Audiencia de Lima. Para Sinanyuca el corregidor era un "mártir", y con mucha tristeza temía por su pueblo y por su propia familia, ya que ahora sin la protección de su amigo Arriaga estaba a merced de los sacerdotes del Cuzco.[6][7]
"La intempestiva y funesta muerte del señor general Don Antonio Arriaga es para mí otra muerte de mayor dolor; la pena y pesadumbre no sé cómo ponderarlo. Dios se sirva con todo y que lo reciba en su eterno descanso. La causa no he podido saber con individualidad. Usted no deje de comunicármelo. Con este subsidio estoy acabandome de cuidados y más acobardandome. Que el cura se conjuraba hacerme ahorcar y por favor a Valdivia ya se vé que por ningún camino hay merito para aquel intento depravado que pudiera facilitarlo, valiéndose de su ardiente y voraz pluma, como juramentero que sin asco, ni temor a Dios recela agraviarlo a ninguno, como es público y notorio, en cuyo supuesto me dan varios amigos. [...] Las disposiciones de aquel sacerdote, independientemente de su excesos antecedentes, me dicen que son los más ardientes y todo agarrándose del leal vasallo, y que el movimiento de este pueblo hasta echarlo fue un influjo mio por ocultar la usurpación que me sindica, lo cual iba clara y abiertamente en los padrones que exhibi sin excreparme en un punto, ni menos ocultación de indios. [...] Con la muerte del señor general Arriaga, ese cura hará cuánto gustase y quisiese con nosotros, como aquí nos está persiguiendo y estamos esperando que repita descomulgarlo al pueblo y consumir las especies sacramentales que cuando ya hubiera estado, si no lo embaraza el finado. [...] Porque me veo afligido y con sobresaltos a todas horas por ese vengativo sacerdote que no halló delito antes si, soy fiel y leal vasallo a nuestro soberano como tal le he servido con veneración y pureza, cumpliendo su real servicio. Si he puesto defensa por la miserable gente de las atrocidades y tiranías de este cura ha sido en fuerza de mi obligación, no sé cuál sea el delito que se me ha de justificar. Es cierto que el perjuro y blasfemo tiene toda una legión para maquinar y acriminar. [...]".Dn. Eugenio Canatopa Sinanyuca