Víctimas de la guerra civil española en Navarra
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Las víctimas de la guerra civil española en Navarra fueron causadas a consecuencia de la represión directa ejercida por los sublevados contra la Segunda República Española, en un territorio que cayó rápidamente en manos de los golpistas sin producirse frente de guerra en el mismo.[1]
La conspiración que dio origen a la guerra civil española tuvo en Navarra uno de sus pilares. Fomentada principalmente en la región por los carlistas y los partidos monárquicos "alfonsinos", se configuró decisivamente con la llegada a principios de 1936 del nuevo gobernador militar, el general Emilio Mola, quien convertiría a Navarra en una pieza clave de la sublevación militar que tendría lugar el 18 de julio de 1936.[2]
A diferencia de lo ocurrido en otros puntos de España, en los que los sublevados tuvieron que hacer frente a la resistencia de las autoridades republicanas o de las fuerzas izquierdistas, el alzamiento en Navarra fue un éxito rotundo, no encontrando apenas resistencia.[1][3]
Sin embargo, esta falta de oposición no impidió que se desencadenara una dura represión contra los partidarios y simpatizantes de las izquierdas que sería a la postre la causante de la práctica totalidad de las muertes. La violencia afectó principalmente a los militantes de la Federación de Trabajadores de la Tierra de la Unión General de Trabajadores que, con gran predominio en la región de la Ribera de Navarra, representaban mayoritariamente a los campesinos sin tierra. La mayor parte de dichas muertes se produjo en los primeros meses de la guerra, un periodo de "terror caliente" caracterizado por las ejecuciones extrajudiciales, paseos y sacas de presos de los lugares de reclusión.[4][5] Un elemento adicional que contribuyó a incrementar su número fue la presencia, en la proximidad de Pamplona, del Fuerte San Cristóbal, lugar de reclusión de varios miles de presos del bando republicano durante toda la guerra. Las condiciones extremas de cautiverio y la célebre fuga que tuvo lugar el día 22 de mayo de 1938, saldada con el asesinato o la captura de la práctica totalidad de los fugados, contribuyeron también a engrosar el número de fallecidos.[6] A la represión hay que sumar las muertes producidas como consecuencia de los ataques aéreos republicanos.[7]
La violencia política desencadenada en Navarra tras el triunfo de la sublevación hunde sus raíces en la situación política y social de esta región, evidenciada durante la República. En esta época Navarra se caracterizaba por el carácter católico y conservador de su sociedad[8] y por su atraso económico, que llevaba a una de las tasas de emigración más altas de España.[9]
El problema social de más relevancia era el agrario, protagonizado por los campesinos sin tierra, que trataron durante todo el periodo republicano de acceder a las tradicionales tierras comunales o "corralizas", fundamentalmente en el sur de la provincia, por entonces en manos de los grandes terratenientes. Las tensiones políticas, manifestadas en ocasiones de manera violenta, confrontaron el poder político, detentado durante todo el periodo por los partidos de derechas, con la pobreza extrema de los campesinos.[10] Sin embargo, otros asuntos políticos de gran relevancia durante el periodo republicano, como el estatuto de autonomía vasco-navarro, no tuvieron un reflejo importante en la represión que tuvo lugar durante el periodo bélico, debido a que el sentimiento de pertenencia vasca era común y fueron las diferencias ideológicas las que evitaron el estatuto conjunto, fundamentalmente la confesionalidad católica del mismo.[11]
Hoy se sabe que se saldó con más de 3000 muertos. Al término de la guerra, el régimen franquista impuso el silencio sobre estos hechos que adquirieron en la opinión pública la consideración de tabú, mientras los escasos estudios realizados tendieron a minimizar su dimensión. Tras la instauración de la democracia, diversas investigaciones han conseguido reconstruir con detalle el fenómeno represivo gracias al impulso de las asociaciones de familiares de las víctimas. Este proceso culminó con la publicación de la extensa obra Navarra 1936. De la Esperanza al Terror, la cual se fue ampliando a lo largo de los años hasta llegar a su última edición en 2018. Fruto del conocimiento de estos estudios se realizaron diversos homenajes, cuya manifestación más importante tuvo lugar en 2003 con una Declaración oficial del Parlamento de Navarra en favor del reconocimiento y reparación moral de todos los navarros fusilados.[12]