Unificación italiana
proceso histórico que condujo a la integración nacional de Italia / De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
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La Unificación italiana fue el proceso histórico que, a lo largo del siglo XIX, llevó a la unión de los diversos Estados en los que la península itálica estaba dividida, en su mayor parte vinculados a dinastías consideradas «no italianas», como los Habsburgo o los Borbones.
Unificación italiana | ||
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Risorgimento | ||
Proceso de la Unificación italiana | ||
Localización | ||
País | Reino de Italia, Reino de Cerdeña-Piamonte y antiguo Estado de Italia | |
Lugar | Italia | |
Datos generales | ||
Tipo | movimiento político, movimiento social, período histórico y unión política | |
Participantes | Sociedad italiana, Reino de Cerdeña, Gobierno provisional de Milán, República de San Marco, Revolucionarios del Reino de las Dos Sicilias, República Romana, Carbonería, Imperio Francés, Camisas Rojas, Legión húngara, Ejército del Sur, Provincias Unidas de Italia Central, Reino de Italia | |
Histórico | ||
Fecha de inicio | 1848-1870[1] | |
Fecha de fin | 1871 | |
Desenlace | ||
Resultado |
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Ese proceso ha de entenderse en el contexto cultural del Romanticismo y la aplicación de la ideología nacionalista, que pretendía la identificación de nación y Estado, en un sentido centrípeto y, en el caso de Italia, también irredentista. En Italia se le conoce sobre todo como el Resurgimiento (Risorgimento en it.), e incluso como la Reunificación italiana, debido a que Italia fue unificada por Roma en el siglo III a. C. y durante setecientos años constituyó, de iure, la prolongación territorial de la misma capital del Imperio,[2] gozando, durante largo tiempo, de un estatus único y privilegiado[3] (por esa razón no fue una provincia,[4] a diferencia de todos los demás territorios conquistados).[5][6][7]
El proceso de unificación italiana es resumido así: a comienzos del siglo XIX la península itálica estaba compuesta por varios Estados (el Reino Lombardo-Véneto, bajo el dominio austríaco; los Estados Pontificios; el Reino de Piamonte-Cerdeña; el Reino de las Dos Sicilias, entre otros), lo que respondía más a una concepción feudal del territorio que a un proyecto de Estado liberal burgués. Después de varios intentos de unificación entre 1821 y 1849, que fueron aplastados principalmente por el gobierno austríaco y sus aliados, la hábil política del conde de Cavour, ministro del Reino de Piamonte-Cerdeña, logró interesar al emperador francés Napoleón III en la unificación territorial de la península, que consistía en expulsar a los austríacos del norte y crear una confederación italiana.
A pesar de la derrota del Imperio austríaco por el ejército francés y sardo-piamontés, el acuerdo no se cumplió integralmente por temor de Napoleón III a la desaprobación de los católicos franceses. Solo la Lombardía, conquistada por los franceses y sardo-piamonteses, fue anexionada al Reino de Piamonte-Cerdeña. Además, durante la guerra estallaron insurrecciones en los ducados del norte, que pidieron y obtuvieron la anexión al Reino sardo-piamontés, con lo cual se cumplió la primera fase de la unificación.
En la segunda fase se logró la unión del sur cuando, Garibaldi, inconforme con el tratado entre Cavour y Napoleón III, se dirigió a Sicilia con los Camisas rojas, conquistándola y negándose a entregarla a los piamonteses; desde allí ocupó Calabria y conquistó Nápoles. En 1860 las tropas piamontesas llegaron a la frontera napolitana. Garibaldi, que buscaba la unidad italiana, entregó los territorios conquistados a Víctor Manuel II. Mediante plebiscitos, el Reino de las Dos Sicilias y la mayor parte de los Estados Pontificios se unieron al Reino de Piamonte-Cerdeña, gobernado por Víctor Manuel II, que se convirtió, en 1861, con la proclamación del Reino de Italia, en soberano del nuevo Estado.
El proceso de la unificación fue, en gran parte de la península, el producto de la voluntad de las clases dirigentes de la mayoría de las regiones y Estados italianos preunitarios, que por razones no solo ideales, sino también geopolíticas y económicas, condicionaron el voto y el éxito de los plebiscitos convocados por Cavour, favorables a la anexión al Reino de Piamonte-Cerdeña. En el Reino de las Dos Sicilias, en cambio, hubo una consistente participación popular, caracterizada por el apoyo prestado a Garibaldi y a su pequeño ejército por un gran número de voluntarios meridionales. La figura carismática de Giuseppe Garibaldi y su promesa de llevar a cabo una reforma agraria de gran envergadura en el Mezzogiorno, había en efecto engendrado grandes ilusiones no solo en las masas rurales, sino también en muchos intelectuales meridionales, algunos de los cuales (como Luigi Settembrini y Francesco De Sanctis) habían sido perseguidos y exiliados por las autoridades borbónicas.[n 1]
El proceso es entendido por algunos filósofos, historiadores e intelectuales de orientación marxista (particularmente Antonio Gramsci), como la alianza de la aristocracia agraria del sur de Italia (Reino de las Dos Sicilias), apoyada por la burguesía local, con la aristocracia norteña y las clases burguesas mercantiles e industriales de la Italia septentrional (valle del Po). El resultado de aquella unión, según ellos, dio lugar a un proceso irreversible de empobrecimiento del proletariado, sea en el norte del país, sea, sobre todo, en el sur, tras políticas desiguales que favorecían en privilegios a las sociedades mercantiles del norte en detrimento de las de un sur nominalmente más rico. De esta forma las clases empresariales septentrionales impidieron en aquella época, con la complicidad de las clases dirigentes meridionales, el desarrollo del sur y de ciertas partes del mismo norte (especialmente del noreste), propiciando el bandolerismo, la emigración y la perpetuación de una situación económica y social injusta y vejatoria hacia las clases más pobres.[8]
Historiadores como Benedetto Croce ven el proceso como la conclusión de la tendencia unificadora iniciada en el Renacimiento italiano e interrumpida por las guerras de Italia y las consiguientes dominaciones por parte del Reino de Francia y de la Monarquía Hispánica sobre la Italia del siglo XVI. Este resurgimiento nacional alcanzó, en el siglo XIX, todas las regiones habitadas por gente italiana, desde Sicilia hasta los Alpes, y, hacia 1919-1920, la Italia irredenta, o sea el Trentino, Trieste, Istria y la ciudad de Zara (Zadar en cr.) en Dalmacia.
En todo caso, el proceso fue encauzado finalmente por la Casa de Saboya, reinante en Piamonte-Cerdeña (y destacadamente por el primer ministro Camillo Benso conde de Cavour), en perjuicio de otras intervenciones «republicanas» de personajes notables (Mazzini, Garibaldi) a lo largo de complicadas vicisitudes ligadas al equilibrio europeo (intervenciones de Francia y el Imperio de Austria), que culminaron con la incorporación de Roma y del Lacio, últimos reductos de los Estados Pontificios en 1870. El nuevo Reino de Italia continuó la reivindicación de territorios fronterizos, especialmente con el Imperio austrohúngaro (Trieste/Istria/Dalmacia y el Trentino), que se solventaron parcialmente en 1919, tras la Primera Guerra Mundial (Tratado de Saint-Germain-en-Laye), con la expedición de Fiume de Gabriele D'Annunzio.