Televisión electromecánica
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La televisión electromecánica fue un sistema de televisión basado en el uso de elementos mecánicos y eléctricos, y no en el iconoscopio, tubo de imagen electrónica, u otro elemento de representación. Fue una de las más reparables así como resistentes, aunque tenían un tipo de sonido grueso y burdo, por lo que no se escuchaban bien. Actualmente este tipo de televisiones se pueden encontrar en museos especializados.
Fue diseñado hacia 1922 por el escocés John Logie Baird; el inventor estadounidense Charles Jenkins trabajaba hacia 1923, independientemente, sobre la misma idea llegando a emitir públicamente (en junio de 1925) las primeras imágenes en movimiento.
Se basa en el uso de un disco de Nipkow como elemento explorador de imagen, elemento que será utilizado de nuevo (en sincronismo con el elemento explorador) en el receptor.
El principio de funcionamiento es muy simple: un disco de Nipkow giratorio recibe la imagen de una lente, por cuyo foco pasan una serie de agujeros distribuidos en espiral en el disco. Cada uno de los agujeros forma con su giro un arco de exploración (o línea en el lenguaje moderno) el cual cae encima de una célula de selenio. Según la intensidad (o brillo) de cada una de las partes de la imagen dicha célula emite mayor o menor cantidad de corriente, la cual será remitida (por cable o radioondas) a un receptor.
El sistema de recepción (o receptor de televisión, en el lenguaje moderno) es similar: un disco perforado en espiral gira delante de una lámpara de neón sincronizadamente con la señal recibida. Según sea la intensidad de la señal la lámpara brillará con una intensidad u otra. Al girar el disco, la persistencia de la imagen en la retina crea la impresión de movimiento. El receptor cuenta con un reóstato para regular la velocidad de giro del disco, consiguiendo que la imagen se forme en perfecta sincronía con el emisor y evitando el parpadeo de la misma.
Este sistema de televisión fue puesto a punto a partir de las primeras experiencias de Baird en 1924. En sus orígenes contaba con un barrido de 30 líneas y un refresco de 12 imágenes por segundo. En 1926 su rudimentario equipo mostraba 50 líneas de imagen con un refresco un poco mayor, lo que no impedía que la imagen fuese todavía parpadeante. Este tipo de televisiones tenían algunas fallas en cuanto al sonido, además de ser muy pesadas y voluminosas.
En septiembre de 1929 logra inaugurar, en los locales de la BBC, las primeras emisiones regulares de televisión para un público todavía reducido, pero que en menos de un año llega a la suma de 3.000 receptores.
Las sucesivas mejoras de Baird, las notas de prensa y los esquemas que publicó permitieron que en el período 1930-1935 en los Estados Unidos se comenzaran a comercializar kits, para la fabricación casera de receptores de televisión. Aunque estos equipos eran primitivos permitían recibir imágenes con una calidad de entre 30 y 60 líneas por imagen. El coste de estos sets oscilaba entre los 25 dólares (piezas sueltas, para montar) y los 35 dólares (en los equipos completamente ensamblados).
A partir de 1933 Alemania comienza a experimentar con sus propios métodos, aunque sin apartarse del modelo original de Baird: el día 18 de abril de 1934 la estación experimental Paul Nipkow inicia sus emisiones, interrumpidas esporádicamente por la guerra, hasta que finalmente deja de salir al aire en 1944. Es a partir de 1935 cuando la programación es ya regular, con un estricto horario y una programación específica.
En 1936 Baird instaló un sistema de televisión electromecánica en Berlín para el gobierno de Hitler. Sin embargo, en marzo de ese mismo año, el científico alemán Manfred vor Ardenne presentó en la revista Proceedings of the Institute of Radio Engineers un sistema de televisión electrónica, la cual llegaría a desbancar el sistema de Baird pese al enorme espaldarazo que le dio la inauguración de los XI Juegos Olímpicos celebrados en Berlín de 1936, promocionados con gran pompa y publicidad por los principales jerarcas del Partido Nazi.
En 1936 el Partido Nazi se preocupa de que los Juegos Olímpicos pasen a la historia, no solo por el tono político con el que lo organizaron sino empleando la televisión como medio de comunicación de masas. Para tal efecto se establecen unos locales en los cuales grandes pantallas de televisión (algunas de ellas, modernas para la época, estaban dotadas de decenas de miles de lámparas de sodio) permiten ver a un centenar de personas las retransmisiones deportivas (se calcula que, en total, asistieron unas 150.000 personas a este tipo de locales).
Limitaciones en el tamaño del disco explorador (algunos modelos llegaron a medir 50 cm de diámetro), en el número de orificios perforados en espiral, en la difracción de la luz en los orificios y en la calidad de la imagen (brillo y parpadeo) impidieron pasar de las 450 líneas de resolución: compárese con las 525 líneas del sistema NTSC o las 625 líneas del PAL.
Al final fue la televisión electrónica, apoyada en el tubo de imagen (iconoscopio) la que ganó la batalla, imponiéndose sobre la televisión electromecánica, superándola y relegándola al olvido. Aunque Baird mejoró sucesivamente su invento aumentando el número de líneas, el refresco, incorporando incluso el color a las imágenes o el efecto tridimensional (que nunca se llegó a comercializar), el público se había acostumbrado a la televisión electrónica (todavía en blanco y negro) y olvidó pronto ese invento y su inventor.