Reinado de Alfonso XII de España
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El reinado de Alfonso XII de España comenzó tras el triunfo del pronunciamiento de Sagunto del 29 de diciembre de 1874 que puso fin a la Primera República española y terminó con la muerte del rey Alfonso el 25 de noviembre de 1885, dando paso a la Regencia de su esposa, María Cristina de Habsburgo. Durante el reinado nació el régimen político de la Restauración que se basó en la Constitución española de 1876, vigente hasta 1923.[1][2] Fue una monarquía constitucional, pero no democrática ni parlamentaria,[3] «aunque alejada del exclusivismo de partido de la época isabelina». «Fue definida como liberal por sus partidarios y como oligárquica por sus críticos, singularmente los regeneracionistas. Sus fundamentos teóricos se encuentran en los principios del liberalismo doctrinario», ha señalado Ramón Villares.[4]
Según Carlos Dardé, fue «un reinado breve ―poco menos de once años―, pero importante. A su término, la situación de España en todos los terrenos era mucho mejor que su inicio. Y, a pesar de la incertidumbre que ocasionó la desaparición del monarca ―sobre todo por la incógnita de la sucesión― la mejora continuó durante la regencia de María Cristina de Austria, durante la minoría de edad de su hijo póstumo, Alfonso XIII. Las bases establecidas demostraron ser lo suficientemente sólidas. Aquel reinado había sido un nuevo punto de partida del régimen liberal en España».[5][6]
Los casi once años del reinado fueron de crecimiento económico cimentado en la continuación de la red ferroviaria, las inversiones extranjeras, el auge de la minería y el crecimiento de la exportaciones agrícolas, en especial la de vino, aprovechando la gran plaga de la filoxera que estaba arrasando los viñeros franceses.[7] Los grandes beneficiados de este auge económico fueron la nobleza y la alta burguesía, cada vez más entrelazadas por vínculos matrimoniales, personales y económicos, constituyendo así el «bloque de poder» de la Restauración, íntimamente conectado con la elite política, plenamente identificada con sus intereses.[8][9][10] En el extremo opuesto, en una sociedad que seguía siendo agraria (dos tercios de la población activa pertenecían al sector primario) y en la que las clases medias sólo constituían entre un 5 y un 10 % de la población,[11] se situaban los millones de míseros jornaleros de la mitad sur del país.[12]