Historia de la Iglesia católica en Argentina
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La historia de la Iglesia católica en Argentina comenzó con la conquista española, iniciado en estas latitudes con la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay en 1534, parte del Imperio español en América. El catolicismo fue durante el período colonial, la única religión permitida en el territorio colonizado por los españoles. Las religiones y deidades prohibidas, en especial las de los pueblos originarios, evolucionarían dentro del catolicismo adoptando formas particulares de sincretismo religioso.
Con el establecimiento de la república independiente a comienzos del siglo XIX, paulatinamente el Estado permitió otras creencias, preservando hasta 1966 el patronato heredado del Imperio español. En 1853 la Constitución Nacional estableció la libertad de culto y la obligación del gobierno federal de sostener el culto católico apostólico romano.
Durante la primera mitad del siglo XIX, la Iglesia católica perdió una parte importante de su influencia, al tiempo que su clero disminuía drásticamente su número. En el mismo período estableció una fuerte relación con el Partido Federal que dio origen a la corriente llamada "federalismo apostólico". Durante la segunda mitad del mismo siglo comenzó su recuperación institucional, aunque a la secularización de la sociedad –fenómeno común a todos los países católicos– siguió la separación de la Iglesia y el Estado. En Argentina la élite dirigente conocida como Generación del 80 se vinculó estrechamente con el Imperio Británico y desarrolló una visión antihispanista que buscó limitar la influencia cultural del catolicismo, principalmente en la educación pública y el registro de las personas.
Durante el segundo tercio del siglo siguiente se produjo una recuperación de la influencia de la Iglesia en la sociedad, la política, el sindicalismo y el Estado, así como el desarrollo de corrientes socialcristianas.[1] A partir de la década de 1960 crecieron las corrientes católicas relacionadas con la situación de los sectores más desposeídos que, insertas en las reformas del Concilio Vaticano II, originaron la teología del pueblo como rama de la teología de la liberación. En las dos últimas décadas del siglo XX, la Iglesia católica destaca el hecho de su pérdida de influencia en la política y la sociedad argentina.
Al comenzar el siglo XXI el 88% de la población había sido bautizada según el rito católico,[2] y un 75% se definía a sí misma como católica.[3] En 2013 el arzobispo primado de la Iglesia católica argentina Jorge Bergoglio fue elegido como primer papa nacido en América.[4]