Historia de Somalia (1991–2006)
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Somalia, desde 1991, se ha convertido en un ejemplo de una sociedad sin estado y carente de sistema legal centralizado.[1][2] Desde la caída del gobierno de Mohamed Siad Barre en enero de 1991 hasta 2006, no ha existido un gobierno nacional permanente en Somalia.[3] Grandes áreas del país, tales como Somalilandia, Puntlandia y Galmudug, son regiones autónomas que aún no han sido reconocidas internacionalmente. Las demás áreas, que incluyen a la capital Mogadiscio, han sido divididas en territorios más pequeños gobernados por caciques rivales. En muchas áreas no existen regulaciones formales ni requerimientos de licencia para negocios ni individuos.
El texto que sigue es una traducción defectuosa. |
Somalia es comúnmente reclamado como territorio soberano del Gobierno Federal de Transición, una nación profundamente dividida por caciques y jefes de tribus. Antes de diciembre de 2006, el GFT controlaba únicamente la ciudad de Baidoa, la tercera ciudad más grande del país.[3] La intervención de las fuerzas del gobierno de Etiopía seguido por el alzamiento de la Unión de Cortes Islámicas, que culminó en la posterior derrota en la Batalla de Baidoa, permitió al GFT expandir su control bajo la protección de los etíopes. El GFT no ha podido cobrar impuestos, ni tiene finanzas apreciables ni una estable base de poder. Ha luchado para ejercer control sobre Mogadiscio a partir de un movimiento frustrado a finales de diciembre de 2006.[3]
El analista anarcocapitalista Benjamin Powell afirma que la ausencia de estado ha llevado a más orden y menos caos del que había en el estado anterior,[4] y el economista liberal Alex Tabarrok ha sostenido que Somalia, en su período sin estado, provee un "testimonio único de la teoría de la anarquía", en algunos aspectos cercano a lo expuesto por los anarcocapitalistas David D. Friedman y Murray Rothbard,[5] aunque esta afirmación es debatida por varios anarquistas, tanto desde el propio anarcocapitalismo (como lo ha expuesto Walter Block)[6][7][8] como desde el anarcocomunismo,[9] quienes afirman que este suceso no es anarquía sino solamente caos resultante de una inequitativa distribución de poder y la intervención de países vecinos y naciones desarrolladas como los Estados Unidos. La experiencia somalí del colapso del Estado, y especialmente de las fallidas intervenciones internacionales, ha establecido un desafío claro a los elementos de la teoría convencional de orden económico, político y social, y de las premisas bajo las cuales funcionan los organismos occidentales de diplomacia y desarrollo, y en particular, en palabras del antropólogo Peter D. Little, a las "suposiciones sobre el papel de los estados en el mantenimiento del orden y los servicios".[10]